30 nov 2010

Els joves/Los jóvenes (The Young Ones)



La televisión autonómica catalana emitió unas series hacia finales de los ochenta y primeros noventa que, junto a La Bola de Cristal y Los Fraguel (Fraggel Rock, 1987), dejaron una marca indeleble entre los que entonces éramos unos (más) jóvenes espectadores: Bola de Drac (Dragon Ball, 1986), Doctor Slump (Dokutaa Suranpu Arale-chan, 1981) que nosotros llamábamos simplemente Arare y L'imperdible Parker Lewis (Parker Lewis Can't Loose, 1991-1993). Pero de entre ellas, si hubo una que sobresalió y generó un gran impacto fue Els joves (The Young Ones, 1982-1984). Todas ellas tienen en común que eran series tremendamente demenciales y surrealistas, pero The Young Ones se llevaba la palma en cuanto anarquía y locura.

Cuatro jóvenes estudiantes comparten casa: Neil (Nigel Planer), hippy; Rick (Rik Mayall), anarquista; Vyvyan (Adrian Edmondson), punk, y Mike (Christopher Ryan), mod. La relación entre ellos suele ir del odio a la violencia, normalmente Vyvyan y Mike uniendo fuerzas contra Rick y Neil siendo el perdedor con el que todos se meten. Eso sin olvidar el casero Jerzy Balowski, que no tiene problemas en hacerles la vida imposible. Lo interesante de la serie, además de la relación entre estos extremos personajes, son las surrealistas peripecias en las que se van embarcando en cada episodio: desde tener la gripe a hacer la colada.

Una de las características que hizo que la serie triunfara entre nosotros fue, aparte de que te reías sin parar de principio a fin, que en cada episodio se incluía una actuación musical. Allí nuestros imberbes cerebros fueron expuestos a la música de bandas Madness, The Damned o Motörhead, contribuyendo junto a Tocata y Rockopop en nuestra educación musical básica.

The Damned en el episodio Nasty, de la segunda temporada:


Madness en el episodio Boring, de la primera temporada:


La razón por la que se incluyeron actuaciones musicales fue que de esa manera la serie se podía calificar como "entretenimiento ligero" y no "sit-com", ya que en aquel momento no había presupuesto para más sit-coms. Fuera como fuera, cada episodio era una locura, ya que si la trama principal no era lo bastante hilarante, violenta o extravagante, lo eran los gags protagonizados por moscas, cajas de cerillas o parodias de programas de televisión. Los guiones corrían a cargo de Ben Elton, Lise Mayer y Rik Mayall, además de las intervenciones de Alexei Sayle que creaba por su cuenta las apariciones de la familia Balowski, cuyos miembros eran interpretados siempre por él, aparte de algún otro personaje que salpicaba la trama aquí y allá.

Los cuatro protagonistas derivaban de personajes que cada actor había creado a lo largo de su carrera como comediante. La excepción era Mike, creado por Peter Richardson mientras trabajaba con Nigel Planer, cuando Richardson declinó hacer la serie el papel fue para Christopher Ryan. Tantas personalidades humorísticas contribuyeron a crear una amalgama de diferentes estilos de comedia: desde la basada en los diálogos pasando por el slapstick, la parodia o el surrealismo al estilo Monty Python.

La serie surgía además como una furiosa e irreverente respuesta a la Inglaterra de Margaret Thatcher, que se inclinaba hacia la más conservadora derecha posible. Un ambiente opresivo políticamente que ayudó a crear no sólo esta grandiosa serie de humor, también las obras más interesantes de Alan Moore.

En Cataluña esta serie es tremendamente popular, gracias a las continuas reposiciones que ha hecho de ella TV3, primero, y, más tarde, BTV. No sé si en el resto de España se conoce la serie o tiene la misma popularidad, por lo menos en el País Basco la deben conocer porque los DVD de la serie incluyen una pista de audio en euskera. Si no la conocéis, preparaos para degustar la anarquía más divertida que habréis visto nunca.

Un episodio de la serie:


Un documental sobre la serie:




29 nov 2010

King Kong (1933)



King Kong de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack es la primera película que recuerdo haber visto en mi vida. Fue también la película que hizo que me enamorara de la magia del cine, porque para mí, a esa temprana edad, las imágenes que veía en una enorme televisión que me parecía de madera, por la cubierta que tenía, eran mágicas. La cinta Betamax en que mi padre grabó la película acabó la pobre destrozada. Era, además, la única cinta Beta que tenía la funda dorada. El resto eran grises, blancas o azules, pero no King Kong. La de King Kong era dorada.

Uno de los motivos por los que admiro esta película desde pequeño es su sentido de la maravilla, su amor por la aventura. Cooper y Schoedsack eran dos aventureros, acostumbrados a filmar en exóticos lugares, el personaje de Carl Denham (Robert Armstrong) es un alter ego de ellos mismos. Creo que en este amor por la aventura que no carece de romanticismo radica la razón principal por la que el espectador no puede evitar sentir simpatía por el gigantesco Kong.

En ningún momento de la película los directores intentan crear simpatía por Kong, todo lo contrario: vemos como aplasta personas con sus pies con deliberado sadismo, a otros los mata con sus mandíbulas, crea caos y destrucción a su paso. Pero cuando llega la famosa escena en el Empire State Building, no podemos evitar sentir pena y tristeza por él. Kong simboliza el romanticismo y la maravilla por todo aquello que el progreso ha ido eliminando: la magia, lo desconocido. Con la muerte de Kong mueren las islas desconocidas, los territorios inexplorados, las criaturas monstruosas supervivientes de otros tiempos. Ahora todo está descubierto y explorado gracias a los satélites y el GPS. Ya no hay secretos en el mundo, los únicos secretos que quedan están en nuestro propio cuerpo y en el universo, en las lejanas galaxias.


Otra razón por la que Kong acaba recibiendo nuestra simpatía es que las cosas que hace las hace por amor a esa misteriosa criatura pálida y rubia y bella que le fascina desde el primer momento que sus ojos se posan en ella. Y no es difícil comprender por qué. Fay Wray dota a Ann Darrow de una tremenda sensualidad, a la que contribuyó la indicación de Cooper de que no llevara ropa interior: todos los vestidos debían caer directamente sobre su piel desnuda. Con una excepción: lleva ropa interior cuando Kong la secuestra ya que el simio gigantesco se iba a encargar de hacer desaparecer el vestido.

Otro aspecto que a mí me gusta mucho es el desprecio por el realismo. Ninguna de las criaturas que aparecen en Skull Island son posibles, ni siquiera los dinosaurios que salen son realistas. Y la verdad es que a quién le importa. En ese momento estás ya metido de lleno en la misteriosa jungla corriendo para salvar la vida y no te paras a pensar si lo que ves es posible o no, a lo que contribuye el ritmo acelerado del que dotan los directores a la película.

Pero no se puede comentar King Kong sin mencionar el arte de Willis O'Brien, pionero de los efectos especiales y la stop-motion. Su obra no sólo destaca por ser el primero, también porque, al igual que su ilustre discípulo Ray Harryhausen, supo dotar a sus creaciones de una personalidad propia, unos movimientos que los hacían reconocibles. Si bien en términos de tecnología se han hecho avances increíbles, no habrían sido posibles sin el inspirador trabajo de artistas como O'Brien. Visto hoy día, su trabajo seduce, o por lo menos a mí me seduce, por el encanto que transmite, una gran técnica y habilidad que  hace que los efectos te mantengan dentro de la historia.

Sentido de la maravilla, romanticismo y aventuras, son todos ingredientes que contribuyen a crear esta obra imperecedera del séptimo arte. Un clásico eterno. Si queréis disfrutar de este clásico en casa no os recomiendo la edición que sacó Manga Films, de calidad visual algo pobre, aunque contiene un interesante comentario a cargo de un historiador de cine, porque se trata de la versión censurada. King Kong se estrenó antes de que el código Hays entrara en funcionamento, pero en los siguientes restrenos a partir de 1936 se le aplicó; eso conllevó a que se hicieran varios cortes para que la película fuera aceptable para la censura del  momento. La mejor edición hasta ahora es la edición de dos discos de la Warner de importación que incluye la versión completa sin censurar de la película. Esta edición fue hecha mientras se preparaba la nueva versión de Peter Jackson, por lo que Jackson aprovechó para reconstruir una escena cortada por los directores en su momento y perdida en la cual unos marineros son atacados por arañas gigantes. Siguiendo los diseños dejados por O'Brien, se recrea la escena de las arañas, pero por respeto a la película, la escena se incluye aparte sin la intención de incorporarla al metraje original sino como una curiosidad para los fans.

Como ya he mencionado, en el 2005 Peter Jackson estrenó una nueva versión de la película. Jackson muestra su amor por la película original y el cine de aventuras clásico en una película auténticamente fantástica que es una pura maravilla. Una película que te transporta a un mundo increíble y que a pesar de su duración no se hace pesada. A mí hay trozos que hasta se me hacen cortos. Pero no es la única película que ha inspirado King Kong.

En 1933, ante el arrollador éxito de la película, Schoedsack dirigió El hijo de Kong (The Son of Kong), en la que Carl Denham vuelve a Skull Island para encontrarse al hijo de Kong, como podéis haber deducido. La película incluye algunas buenas animaciones de O'Brien, pero se nota que se hizo deprisa para aprovechar el éxito de King Kong y no es muy espectacular, aunque no deja de ser curiosa. Los japoneses incluyeron a King Kong en varias kaiju eiga (películas de monstruos) como King Kong contra Godzilla (King Kongu tai Gojira, Ishiro Honda, 1962). También se hicieron algunos telefilmes y series de televisión (de imagen real y dibujos animados) pero tal vez la producción más conocida sea el remake que se hizo en 1976 y que fue un fracaso. Al parecer se gastaron 25 millones de dólares (La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas, 1977) costó 10), pero no en efectos especiales, porque no son muy destacables ya que el productor Dino de Laurentiis insistió en que Kong fuera interpretado por un hombre dentro de un traje. Fue dirigida por John Guillermin y protagonizada por Jeff Bridges y Jessica Lange. Pero la verdad que no recuerdo mucha cosa de la película, aparte de Jeff Bridges gritando: "¡Bastardoooos!" hacia el final.

La verdad que no sé de qué otra manera decirlo, pero es que amo King Kong. Desde que tenía cinco años hasta ahora. Amo su magia y su romanticismo y su gigantesco gorila enamorado. Y posee un sentido de la maravilla que cada vez encuentro más a faltar en el cine actual.

 






28 nov 2010

El prisionero (The Prisoner)



Antes que los pasajeros del vuelo 815 de Oceanic quedaran atrapados en una isla, en 1967 ya hubo un hombre atrapado en una isla y desesperado por recuperar su libertad. ¿Su nombre? Simplemente fue conocido como Nº6, y cada semana millones de espectadores observaban como intentaba dejar de ser El Prisionero (The Prisoner, 1967-1968).

Patrick McGoohan se había convertido en una estrella de la televisión gracias a la serie Cita con la muerte (Danger Man, 1964-1967). Las series de espías triunfaban en la televisión así como en el cine desde que el agente 007 hiciera su primera aparición en pantalla. Pero llegó un momento en que McGoohan se hartó de hacer de espía y de las series de espías e ideó una serie para acabar con todas ellas: El Prisionero.

La serie cuenta como un espía harto de esa vida dimite. Pero cuando llega a su casa lo drogan y secuestran. Más tarde se despierta en un típico pueblecito inglés situado en una isla desconocida. Allí, se le asigna un número que le identifica. A lo largo de la serie, investigará qué es ese lugar y dónde se encuentra a la vez que intenta escapar y se enfrenta de forma continuada en una batalla de voluntades a los diferentes Nº 2 que intentarán averiguar por qué dimitió.

McGoohan creó (y también escribió y dirigió algunos episodios) una serie que mezcla aventuras y acción con un contenido intelectual muy profundo. La política, la democracia, el sistema de vida occidental... son muchos los temas que se tratan de forma alegórica a lo largo de una serie que también contiene momentos surrealistas. McGoohan, además, parodia las series de espías, jugando con el hecho de dejar a los espectadores imaginar que el Nº6 es el espía que interpretaba en Cita con la muerte. Su personaje acaba harto de espiar como él acabó del personaje.

Desde homenajes y referencias en Los Simpson (The Simpsons, 1989- ) a directa influencia en series como Perdidos (Lost, 2004-2006), El prisionero es también un ejemplo donde la televisión no trataba al espectador como si fuera idiota. De hecho, el final de la serie es tan increíblemente radical y surrealista que dudo que veamos algo igual en la televisión nunca más.  En su momento la serie fue tan popular que McGoohan acabó emigrando a Estados Unidos para escapar de la fama. El final de la serie es también el único que he tenido que ver más de una vez para entender algo. Detalle que para algunos puede resultar un motivo para no verla, pero personalmente para mí resulta tremendamente estimulante ya que es diferente a cualquier otra serie. Es también lo que hace que, a pesar que han pasado más de cuarenta años desde que se emitió por primera vez, siga siendo moderna.

26 nov 2010

Asomándose al horror definitivo: Batman y Robin



Existen, por un lado, buenas películas y malas películas. Luego, por otro lado, están las películas que nos gustan y las películas que no. Si nos gusta una película es porque es buena, por supuesto.

Falso.

Una película nos gusta o no dependiendo de cómo nos hace sentir, eso a su vez depende de nuestra educación, de nuestras experiencias vitales y de todo lo que hemos visto, leído y oído con anterioridad. Por ello el tiempo y la edad son también factores importantes: películas que no nos gustaron en un momento de nuestra vida puede que en otro sí y viceversa. Saber reconocer los valores estrictamente cinematográficos (fotografía, edición, dirección, etc.) nos sirve para poder racionalizar ante los demás por qué nos gustó tal o cual cosa y justificarnos. Nuestra habilidad para racionalizar y justificar la razón por la cual una película nos parece buena o mala hará que nuestra opinión sea considerada válida o no. Pero todo el mundo parte de la base de que tiene buen gusto y de que todo aquello que le gusta es bueno en cuanto a calidad se refiere. Algo que, personalmente, creo erróneo.

Siempre me he considerado un cinéfago, y he corregido muchas veces a todos aquellos que me calificaban de cinéfilo. La razón es que no tengo prejuicios en cuanto géneros, países, año de producción y otros mil factores por los que la gente decide o no que una película es buena o mala. Yo veo un montón de películas sin hacer distinciones: puedo disfrutar de una de Bert I. Gordon y de una de Jean-Luc Godard con el mismo placer.

Con el tiempo desarrollé un gusto particular por películas que eran no malas, sino monstruosamente malas. Me refiero a títulos como Las mujeres gato de la luna (Cat-women of the Moon, Arthur Hilton, 1953) o Robot Monster (Phil Tucker, 1953). En otras palabras: cine basura.

Jordi Costa define este cine de manera muy acertada como vanguardia casual. Es decir, la torpeza del director y los actores hace que la película roce el surrealismo y se convierta en una obra de arte pero sin que el director lo pretendiera, es el espectador quien completa la obra dándole una visión personal que la convierte en otra cosa.

Como he mencionado antes, el tiempo es un factor importante también en este aspecto. Es como le dice Belloq a Indiana Jones en aquella escena del café de En busca del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, Steven Spielberg, 1981): este reloj es una baratija que no vale nada, pero entiérralo mil años y ya no tiene precio. Con el cine basura sucede lo mismo, es la perspectiva del tiempo la que separa las auténticas joyas del cine trash de las que son simplemente mediocres o malas películas sin ningún valor.

Toda esta larga introducción es para que entendáis de donde vengo cuando empiece a comentar la infame Batman y Robin (Batman and Robin, Joel Schumacher, 1997).

Cuando se estrenó la primera Batman (1989) de Tim Burton me pareció fantástica. La segunda, Batman vuelve (Batman Returns, Tim Burton, 1992), me gustó pero no tanto. En 1995 se estrenó Batman Forever de Joel Schumacher. Habiendo visto el tráiler me pareció que no me iba a gustar, así que pasé de ella. Sin embargo la película fue un grandioso éxito de taquilla, a todo el mundo le gustó Batman Forever. A todo el mundo. Estaba en todas partes. Pero yo seguía sin querer verla, más aún cuando mis amigos insistían de forma casi agresiva que tenía que ir a verla, que era buenísima. Finalmente, cuando salió en vídeo un amigo me la dejó insistiendo que tenía que verla.

La vi. Digamos que no me gustó. Digamos que me pareció hortera y un señor truño.

Para cuando se estrenó Batman y Robin en 1997 estaba harto del Batman de Schumacher y también pasé de verla, más cuando la anterior me pareció realmente mala. Mala en el mal sentido. Se estrenó y fue un fracaso.

Y pasa el tiempo. Aquel amigo que me insistía que Batman Forever era buenísima ahora me decía que tal vez tuviera razón y no acababa de entender como es que le gustó tanto en un primer momento. No es el único, simplemente leed lo que dicen de ella por Internet.

Y pasa más tiempo. Con la llegada del Blu-ray decidí renovar las versiones en DVD que tenía de los Batman de Tim Burton. Mi apreciación por ellas había cambiado: ahora Batman Vuelve me parece genial y Batman un poco floja, pero también la disfruto. En Amazon encontré un pack con todas las cuatro películas de Batman previas a Nolan en Blu-ray mucho más barato de lo que me costaría comprarme aquí las dos solas, así que compré el pack. Y vi Batman y Robin.

Volvamos otra vez a 1997 por un momento. Después del éxito masivo de Batman Forever, el estudio le dio completa libertad a Joel Schumacher para hacer lo que quisiera. Schumacher se reunió con Barbara Ling, la diseñadora de producción, que básicamente le señaló que, si le había gustado el estilo colorido de Batman Forever, aún podía llegar más lejos en términos de diseño, eso no era nada. Ambos se ponen a trabajar en el diseño de la película con el objetivo de superar lo que ya habían hecho. Akiva Godlsman repetiría como guionista.

Val Kilmer estaba ocupado con El Santo (otra "maravilla" de película) y George Clooney se convirtió en el nuevo Batman. Debido a la expectación que se estaba generando con esta película, insisto: provocada por el éxito y aceptación de la anterior, cuando se anunció la búsqueda de una joven actriz para interpretar a Batgirl, todas las jóvenes actrices de Hollywood se lanzaron como locas para coger un papel que posiblemente las convertiría en estrellas. Finalmente el papel se lo llevó Alicia Silverstone, con lo que automáticamente su valoración y cotización se disparó. Arnold Schwarzenegger interpretaría a uno de los villanos, con el objetivo de recuperarse de los fracasos de taquilla que estaba encadenando desde el inicio los noventa (con la excepción de las dos que hizo con James Cameron).

Finalmente la película se estrenó. Y no es que no gustase, es que la gente la odió. Fue no solo un fracaso de taquilla, dio, además, por terminada la carrera de Alicia Silverstone y Schwarzenegger vio como su carrera se hundía a ritmo acelerado. Fue también la primera película que se vio afectada por la mala prensa en Internet, la página Ain't it cool News acababa de nacer y propagó velozmente los horrores que se ocultaban en esa pieza de artesanía cinematográfica. El boca a oreja por la red mató rápidamente la película, un fenómeno que era nuevo.

Volvamos al 2010 y a mí introduciendo Batman y Robin en el reproductor Blu-ray.

La película me pareció un espectáculo tan abismalmente hortera, los diálogos tan increíblemente ridículos y las interpretaciones tan completamente malas que me quedé totalmente fascinado. Se gastaron 125 millones de dólares (una fortuna en aquel momento) para hacer una película que parecía un mal capítulo de la serie de los sesenta. Empecé a reír y a reír. Y al final la acabé disfrutando.

Disfruté del espectáculo que crearon unos artistas que, presas de una especie de locura colectiva, crearon una película que no es que sea un desafío al buen gusto, es que está más allá del mal gusto. Hortera no acaba de definir la monstruosidad de esta película.

Batman Forever es una película mediocre, el guión y las interpretaciones se quedan en la calidad de una tv movie. Pero Batman y Robin es tan demencialmente mala que se convierte en una pieza única de arte. Es tan abominable que se convierte en irresistible.

Por tanto, os confieso que disfruté y que me gustó Batman y Robin como muestra de lo que puede dar de sí un periodo de locura transitoria. Como algo tan extremadamente feo que se vuelve bello.

25 nov 2010

Buenas noches señor Monstruo



1982 fue el año de Naranjito y el Mundial, pero cuando llegó la Navidad fue el momento de Regaliz con el estreno de Buenas noches señor Monstruo de Antonio Mercero. La razón que me ha llevado a comentar esta película es que el otro día por la televisión vi que los Bollycao volvían a poner de moda las pegatinas de los "Toi", aquellas en las que salía un marciano verde haciendo alguna tontería que fuese a juego con lo que ponía el cartelito sobre el que se apoyaba: toi cansao, toi buceando o, mi favorito, no toi. La verdad que en su momento me pareció una chorrada como un piano, cosa que no quitaba que tuviera un montón de pegatinas de los marcianos dichosos, que parecían reproducirse más rápido que los Critters.

De todas formas, ver los dichosos marcianitos de vuelta me puso de humor nostálgico. Así que me puse a rebuscar en la abundante cantidad de cintas de vídeo que todavía conservo (ya que todavía conservo un vídeo que funciona) para ver si encontraba algo interesante que comentar. Así fue como tropecé con esta película.

La verdad que no tengo ningún disco de Regaliz ni tampoco tuve en su momento, aunque todavía conservo discos de Popitos, Parchís, Enrique y Ana y el Padre Abraham y los Pitufos. No me preguntéis por qué, no tengo ni idea. El caso es que no me era familiar el grupo así que no sé que me llevó a conservar esta película, más aún después de verla.

Los Regaliz en su nave esperando el momento adecuado para invadir la Tierra e iniciar la masacre
La verdad es que en su momento me pareció una tontería de película, ya que cuando tenía edad para verla me gustaban las "pelís de mayores", igual que al resto de mis amigos. La película resulta más infantiloide aún si la comparamos con otras películas infantiles que he comentado aquí, como la absolutamente fantástica Una pandilla alucinante (The Monster Squad, Fred Dekker, 1987). Película con la que tiene en común el hecho de usar monstruos clásicos como parte de la trama: el grupo Regaliz (Jaime Benet, Astrid Fenollar, Eva Mariol y Eduard Navarrete, que se interpretan a si mismos en la película) se pierde una noche de tormenta y va a parar a un castillo misterioso en el que habitan el Conde Drácula (Luis Escobar) y su hijo (Miguel Ángel Valero), El Hombre Lobo (el gran Paul Naschy, no sé si es el mismo que interpretó en otras películas ya que su nombre es Hombre Lobo, tal cual, y no Waldemar Daninsky, que no sé en que estarían pensando sus padres cuando lo llamaron así), Quasimodo (Guillermo Montesinos) y el Doctor Frankenstein (Andrés Mejuto) y su monstruo (Fernando Blibao). Allí los monstruos intentarán aterrar a los chicos para volver a convertirse en los reyes del terror, ya que parece que la gente ya no se asusta de ellos. Vista hoy día se puede disfrutar si uno adopta una perspectiva irónica posmoderna.

Para empezar se nota que la película está escrita por dos señores mayores que intentan hacer un diálogo con argot moderno (en aquel entonces) para que lo vayan soltando los críos protagonistas. El resultado es bastante divertido por lo inadecuado que es el resultado final. También es verdad que los "dabuten" y "no alucines, macho" se pegan como una mala cosa y me veo usándolos de nuevo a un ritmo que no empleaba desde la semana pasada, por lo menos. Los chistes y gags, por otro lado, son bastante tontorrones e inocentes. En uno de ellos, una de las chicas Regaliz (Astrid Fenollar) pasea sonámbula y Quasimodo intenta hacerla prisionera. En una de estas usa su cinturón como cuerda para atraparla y se le caen los pantalones, con lo cual empieza a dar saltitos para pillarla. Visto hoy día, una niña de unos doce años perseguida por un hombre adulto en calzoncillos resulta algo perturbador, cosa que en su momento no pasaba. Un signo de como han cambiado los tiempos.
 
Una cosa que me hizo mucha gracia es que cuando acaban un número musical continúan la escena en la misma pose, cuando es habitual en los musicales que se corte en la pose final o al acabar se hacen como unos saltitos y unas risas y se va cada uno por su lado. Aquí no, se quedan en su pose y dicen sus frases y vuelven a la "normalidad" como si nada. La música no es nada del otro mundo aunque hay un enfrentamiento bailando que parece sacado de La hora chanante, y he de reconocer que el número El show del Hombre Lobo me hizo bastante gracia y me reí viéndolo. Aquí lo tenéis:



Lo he vuelto a ver a ahora y me ha hecho gracia otra vez, que queréis que os diga. También he de decir que aunque la película dura solamente una hora y veinte, hay momentos en que se hace un pelín larga. Otra cosa extraña es que les doblan la voz a todos los actores, algunos ellos mismos, cosa que también sirve para introducir un gag en el que Drácula habla desincronizado y hay que darle una colleja para que vuelvan a casar la voz y los labios. Por desgracia Mercero repite este chiste durante toda la película hasta que se hace aburrido.
Honestamente no puedo recomendar la película como un tesoro perdido de la infancia. Aunque si sois entusiastas de la cultura pop, lo retro, el encanto kitsch de los primeros ochenta y la cultura basura en general como yo puede resultar interesante y divertida.


23 nov 2010

Feminismo ensangrentado: The Slumber Party Massacre



Normalmente suelo controlar bastante mis emociones, no suelo expresar lo que siento en cada momento, no puedo evitarlo, ¡¡soy así!! El miedo es lo único que no puedo controlar y que expreso con total libertad.
Yolanda B.

Resulta curioso como uno de los géneros más atacados por su supuesta misoginia es el género dedicado al terror y sus derivados. La justificación para tal ataque es que en las películas de terror se presenta a las mujeres como víctimas, carne de cañón del asesino de turno. Pero, dejando de lado que las muertes más gráficas y violentas son reservadas siempre a los personajes masculinos, es en el género de terror donde los personajes femeninos fuertes e independientes abundan, incluso en una época tan chovinista como los años cincuenta. ¿Cómo olvidar la manera en que Stevie Wayne (Adrienne Barbeau) se enfrenta sola a unos marineros zombis atrapada en un faro en La niebla (The Fog, 1980) de John Carpenter? ¿Y qué me decís de la resuelta Nancy Thompson (Heather Langenkamp) contra Freddy Krueger en Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street, 1984) de Wes Craven?

El subgénero que ha sido más atacado dentro del terror es el slasher. Por un lado abundan slashers realmente malos donde los personajes femeninos son exactamente eso que aseguran sus críticos: carne de cañón. Pero es también en el slasher donde se establece una protagonista femenina que se alza como heroína de la función. Pensad por un momento en la cantidad de películas de terror protagonizadas por mujeres.

Dentro del slasher existe una trilogía (de momento) de películas de la cual son fans especialmente mujeres y chicas jóvenes por un lado, y chicos y hombres homosexuales, por otro. Aunque son perfectamente disfrutables y muy interesantes aunque no seas ni mujer ni gay. Estas son una serie de películas escritas y dirigidas por mujeres y, lo curioso, es que aparentemente estas películas podrían considerarse misóginas o explotaciones de la mujer mirando el póster que las anuncia, pero como bien dice el refrán: no hay que juzgar un libro por su cubierta.

Me encanta, así de simple, es ficción y por eso me encanta.
Laura J.
Desde finales de los sesenta y gran parte de los setenta, Rita Mae Brown fue una activista feminista que no sólo defendía los derechos de las mujeres, también se enfrentó con movimientos feministas importantes que pretendían apartar a las lesbianas de los grupos activistas por los derechos de la mujer. En los primeros ochenta escribió el guión de una película slasher titulado Don't Open the Door (no abras la puerta). En 1981, este guión descansaba en una estantería de la productora de Roger Corman, cuando Amy Holden Jones, una editora que quería convertirse en directora, filmó los diez primeros minutos del guión, el prólogo de la historia, para mostrarle a Roger Corman sus habilidades como directora. Corman quedó impresionado por el resultado y le ofreció a Jones un trabajo como directora: acabar de rodar aquel guión. En aquel momento a Jones también le ofrecieron ser editora de una película llamada E.T., el extraterrestre (E.T.: The Extra-Terrestrial, Steven Spielberg, 1982). Jones no sabía qué hacer: ¿dirigir un guión oscuro y violento o editar una película con un guión, según ella, maravilloso? Finalmente, tras emborracharse, decidió que prefería convertirse en directora.
Una de las primeras cosas que hizo Jones fue cambiar el título del guión original por el de Sleepless Nights (noches sin dormir). Otra cosa que hizo fue cambiar el tono de la historia y añadió toques de sátira y comedia, en cierta forma parodiando las películas slasher. Lo que sí mantuvo del guión fue la manera en que subvertía los roles de los personajes. Las protagonistas forman parte de un equipo de baloncesto femenino, no simples animadoras, su entrenadora como representante de la autoridad, es una mujer. Incluso los personajes secundarios que tradicionalmente serían masculinos son femeninos: una electricista, una carpintera.

Una vez se acabó el rodaje y se preparó la película para su estreno, Roger Corman cambió de nuevo el título de la película, finalmente se llamaría: The Slumber Party Massacre (la masacre de la fiesta pijama), titulo con que se estrenó la película en 1982. No sólo eso, Corman además creó un póster en el que unas modelos bien dotadas en ropa en interior son amenazadas por un asesino que lleva una taladradora, algo que se repetiría en los pósteres de las secuelas. No hace falta mencionar que ninguna de las modelos del póster aparece en la película. Estos cambios (el título, el póster) hicieron que la película fuese un objetivo fácil para los críticos y todos aquellos que quisieran atacar el slasher. El tráiler tampoco hizo las cosas más fáciles. Muchos de los elementos que hacen esta película especial quedan fuera del tráiler, que ofrece un producto que es básicamente más de lo mismo. Sin embargo, la inteligencia de Amy Holden Jones eleva esta película por encima de la media. Es cierto que Jones tuvo que transigir e incluir algunas escenas de desnudos por exigencia de Corman. Escenas que están filmadas de una manera casi desganada, intentando pasar rápidamente a otra cosa. Eso no quita valor al film, hasta cierto punto enfatiza el aspecto satírico, la cámara imita los movimientos voyerísticos de los ojos de cualquiera ante un cuerpo hermoso.


El argumento de la película sí que queda claro en el tráiler: un grupo de amigas hace una fiesta pijama en la que hará acto de presencia un sádico asesino psicópata. Lo interesante es, como ya he mencionado antes, la manera en que se cambian los roles y los personajes tradicionalmente masculinos son interpretados por mujeres. Además, los personajes masculinos que aparecen en pantalla actúan de la misma estúpida manera que, no lo puedo negar, en ocasiones actúan los personajes femeninos en una película de terror.

Otro de los aspectos memorables de la película es que el asesino Russ Thorn (Michael Villella) usa una taladradora para matar a sus víctimas. La taladradora es convertida en un símbolo fálico de manera poco disimulada, algo que aparece ya desde la primera encarnación del guión de Rita Mae Brown, convirtiendo al asesino en la suma de toda la misogínia y machismo de la sociedad. La buscada sencillez del argumento, que enlaza con las más básicas leyendas urbanas y cuentos explicados en torno a una hoguera, permite que el subtexto quede perfectamente claro y sea fácil para el espectador captarlo. Es decir, el subtexto en este caso es la moral que normalmente impregna las leyendas urbanas modernas y los cuentos de hadas clásicos.

Las relaciones que se muestran en la película es también uno de sus puntos fuertes, ya que transmiten mucha autenticidad, ya sea la relación entre las hermanas protagonistas Valerie y Courtney (Robin Stille y Jennifer Meyers, respectivamente) o la relación entre las chicas. A eso contribuyó también la adición por parte de Amy Jones de algún toque autobiográfico en alguna de las escenas.

Por tanto, The Slumber Party Massacre es un film que funciona a diversos niveles. En un primer nivel, los toques de humor e ironía mezclado con un argumento sacado de una leyenda urbana (el lunático que se escapa de un manicomio y ronda a una pareja de amantes) hace que funcione de manera satisfactoria como película de terror. En un segundo nivel, la lectura feminista y la representación de los roles femeninos contra la tradición hace que destaque por encima de la media. Todo ello, además, explotando un mito erótico masculino como son las fiestas de pijama femeninas, fuente de toda clase de elucubraciones por parte de los hombres. Eso sin mencionar la pericia técnica de Jones, que gracias a sus antecedentes como editora, consigue algunas secuencias realmente brillantes.

A mí el cine de terror me gusta porque me va la marcha: la marcha física e intelectual. (...) Por otro lado, el pasar miedo me retrotrae a la infancia, lugar en el que nuestras sensaciones son puras, pero no en el sentido de bondadosas, sino en el de verdaderas, reales, corpóreas.
Cristina A.

Como manda la tradición, el éxito de The Slumber Party Massacre hizo que se rodara una secuela. En 1987, titulada originalmente Don't Let Go (algo así como "no te dejes ir" o "no te sueltes"), escrita y dirigida por Deborah Brock, llega Slumber Party Massacre II.

La película es un secuela en el sentido que aparece uno de los personajes de la película anterior: Courtney (interpretada por Crystal Bernard en esta ocasión); pero es un animal completamente diferente. La película mezcla musical, comedia y terror en un film cargado de alucinaciones y delirios, llegando al extremo en un final abierto que actualmente sigue generando debates en Internet en cuanto a qué significa y qué pasa realmente.

Courtney y sus amigas Amy (Kimberly McArthur), Sheila (Juliette Cummins) y Sally (Heidi Kozak) forman un grupo femenino de pop (cuyas canciones son en realidad de la banda Wednesday Week). Courtney sufre pesadillas por lo que sucedió hace unos años y empieza además a tener visiones y alucinaciones. El protagonista de estas pesadillas es un demente roquero (Atanas Ilitch) armado con una guitarra taladradora. Cuando deciden pasar juntas un fin de semana, las pesadillas de Courtney empeorarán hasta el extremo de que el roquero saltará del sueño a la realidad y empezará a asesinar a las amigas y amigos de Courtney uno a uno.

Slumber Party Massacre II es una película rara. Es rara y extraña, cosa que descolocará a mucha gente. La mezcla de comedia y terror (ya presente en la primera entrega) se enrarece aquí con números musicales y alucinaciones. Es casi un cruce entre John Waters y David Lynch. Estos elementos son también los que la hacen especial y algo más que una simple secuela.

Hay un elemento que se transmite de la primera a la segunda entrega que es el sentido de la hermandad femenina. Cuando las cosas se tuercen se apoyan las unas a las otras. Pero, jugando de nuevo con el simbolismo fálico del arma asesina, la película trata sobre el sexo.

Parte de la importancia del género de terror y porqué ha estado presente desde los inicios del cine, incomodando y siendo objeto de críticas por parte de muchas personas, es que trata principalmente sobre los dos pilares de nuestra civilización: el sexo y la muerte. Temas ambos muy presentes en esta película. En una de sus pesadillas, la hermana de Courtney (Cindy Eilbacher) le advierte: "no vayas hasta el final". Pero como suele pasar desde que los griegos empezaron a escribir tragedias, en cuanto se le advierte a un personaje que no haga algo, tarde o temprano el personaje lo hace. Y, efectivamente, cuando Courtney "llega hasta el final" con el chico de sus sueños Matt (Patrick Lowe) hace acto de presencia el asesino loco y empieza la masacre.

El sexo lo cambia todo. No me refiero tan solo a los cambios físicos de la adolescencia, sino a los cambios mentales. Cuando el sexo entra en escena es la señal de que ya no somos niños, una parte de nosotros ha muerto. Es también el momento en que nuestra propia mortalidad hace acto de presencia, ya que a medida que dejamos atrás también la adolescencia nos damos cuenta de que la muerte no es un concepto abstracto, algo que sólo le pasa a los demás, se hace real. El sexo, de la misma manera, sirve para mantener a raya a la muerte, ya que no hay mejor manera de demostrar que uno esta vivo. Pensad por ejemplo en la frase con que cerró Stanley Kubrick su última película.

En esta película el sexo es un elemento de transición. Aunque, en el caso de Courtney, hacia un mundo de pesadilla. De ahí el atractivo para un adolescente, ya que la película convierte en metáfora los miedos que en ese momento no sabe articular de forma efectiva. Suele pasar, dependiendo también de la educación del o la joven en particular, que el sexo para un adolescente tenga una gran parte de atractivo pero también cause cierto miedo. ¿Cómo no va a dar miedo algo que altera de manera semejante el cuerpo?

Esto lo comentamos desde una perspectiva masculina en el post de Vagina Dentata (Teeth, Mitchell Lichtenstein, 2007), aquí lo podemos ver desde una perspectiva femenina. Parte del miedo al sexo en la adolescencia, en el caso de las chicas, surge por el miedo al dolor. Se trata de introducir un cuerpo extraño en tu propio cuerpo. También, en parte, la inseguridad de que no se va a saber hacer bien o de que, de alguna forma, se hace mal o de alguna extraña manera que acabará provocando que la persona sea apartada de la sociedad. Pocos grupos sociales son tan conservadores como los adolescentes de instituto, y en la época que se rodó esta película (y hasta cierto punto, todavía en la actualidad) todavía pesaban mucho los prejuicios puritanos contra el sexo mezclados con una insaciable lujuria. Lo que lleva al sujeto a un mundo de contradicciones, en el caso de una chica si lo hace demasiado pronto es una zorra, si lo hace demasiado tarde (o no lo hace) una frígida. En el caso de la persona homosexual, como ya comentamos en otro post, resulta más confuso porque se tienen los mismos sentimientos y sensaciones perturbadoras que todo el mundo pero no están enfocados de la misma manera que todos los demás, lo que resulta aún más perturbador y confuso si cabe.

De esta manera, Slumber Party Massacre II juega con todos estos elementos en su subtexto. Su impacto varía de manera sustancial dependiendo, no sólo de los gustos personales y la atracción por películas raras, sino también de la edad y la visión del sexo a un nivel más inconsciente.

Por cierto, tanto Juliette Cummins como Heidi Kozak actuaron en secuelas de la saga Viernes 13. Además, la película contiene diversas referencias al cine de terror de los ochenta. Por si todo esto del subtexto no os interesa.



Catherine Cyran fue la autora de un guión titulado Night Lights (luces nocturnas) que luego fue filmado como Stab in the Dark (puñalada en la oscuridad) con el objetivo en la mente de Roger Corman de que fuese Slumber Party Massacre III, estrenada en 1990.

La película fue dirigida por Sally Mattison y, al contrario que sus predecesoras, se trata de un slasher bastante directo y serio. Si bien da muestras de la fatiga que el género sufría en aquel momento, no deja de tener su interés. De nuevo mezcla elementos de las fantasías masculinas con una fuerte hermandad femenina. El motivo del simbolismo fálico adquiere aquí una nueva significación ya que el asesino es incapaz de mantener relaciones sexuales con una mujer tras sufrir abusos sexuales de pequeño. No hay sitio para chistes aquí. Posiblemente la película tenga toques de interés si sois fans del género, pero la carencia de un fuerte o interesante subtexto y temas de análisis hacen que resulte menos llamativa comparada con las demás. La trama también se hace repetitiva: unas amigas celebran una fiesta  pijama en la que se cuela un asesino, pero sin introducir ningún elemento novedoso.

Espero que este recorrido por unas películas de terror que están escritas y dirigidas por mujeres os haya resultado tan interesante como a mí. El hecho de que sea destacable que estas películas de terror hayan sido escritas y dirigidas por mujeres os puede dar una idea de lo poco que han avanzado las cosas en realidad. Lo importante, de todas maneras, es que son un conjunto interesante, y también divertido, de películas. Mi propósito original era intentar entender por qué unas películas que en aparentemente no tendrían que interesar a las chicas jóvenes lo hace de una forma especial y, como resultado de ello, la mayoría de fans de estas películas son chicas jóvenes. Deseando no haber sido demasiado confuso en mis elucubraciones, sólo me queda agradecer a Yolanda, Laura y Cristina que me aclarasen por qué les gustan a ellas las películas de terror.

Trabajo basura (Office Space)



Conocido por haber creado Beavis and Butt-Head para la MTV, Mike Judge escribió y dirigió en 1999 Trabajo basura (Office Space), adaptación cinematográfica de unos cortos de animación que Judge había hecho protagonizados por Milton, un neurótico personaje que trabaja en un oficina.

Peter Gibbons (Ron Livingston) odia su trabajo en una compañía de software, pero es demasiado apático para cambiar nada y sufre en silencio los abusos y molestias a los que se enfrenta cada día. Su único alivio es el rato que pasa con sus compañeros de trabajo Samir Nagheenanajar (Ajay Naidu) y Michael Bolton (David Herman), tan patéticos como él, criticando el trabajo de oficina mientras comen y suspirando por la camarera Joanna (Jennifer Aniston). Una noche su novia Anne (Alexandra Wentworth) lo lleva a una sesión de hipnoterapia para obligarlo a encontrar alguna manera de cambiar su vida laboral. Por desgracia, el doctor se muere de un ataque al corazón a media sesión, con lo cual nadie saca a Peter de su estado de hipnosis. A partir de aquí, su vida da un cambio radical.

En ocasiones pasamos más tiempo en el trabajo que en casa, con lo cual las relaciones y sucesos que transcurren en el espacio laboral tienen un impacto decisivo en nuestra vida fuera de él. Y normalmente no son cosas buenas. Y como cualquiera que haya trabajado en una oficina o una redacción te puede decir, muchas veces te ves obligado a pasar horas con gente de hábitos odiables o que está simplemente pirada. Desde fantásticas series de televisión como The Office (tanto la versión inglesa como la americana son soberbias, en versión original claro) hasta novelas como Entonces llegamos al final de Joshua Ferris (RBA) han sabido retratar el demente, neurótico y absurdo mundo de la oficina. Trabajo basura entra de lleno entre las mejores obras que han dado de sí entornos tan perjudiciales como el laboral. No por nada el trabajo es un castigo divino.

Lo genial de esta película no es tanto el argumento, sino la colección de neuróticos y estrafalarios personajes que crea Judge y con los que puebla esta oficina en particular. Destaca Stephen Root como Milton, el obsesivo empleado al que someten a diversas humillaciones, como no devolverle la grapadora; y también Gary Cole como Bill Lumbergh, el prepotente y estúpido supervisor. Todas las situaciones, sin embargo, resultan completamente realistas, especialmente las más absurdas. O al menos lo resultan si has trabajado en un entorno parecido. Hay algunos momentos que resultan especialmente divertidos, como la lucha por comer un pedazo de una tarta de cumpleaños antes de que se acabe o las absurdas exigencias de Bill a la hora de pedir unos informes o un asunto de chapas en un restaurante que me recuerda a cierto centro comercial de origen francés.

La parte romántica entre el personaje de Aniston y el de Livingston no es nada del otro mundo, pero esta bien resuelta. De todas maneras, lo que le importa a la película no es tanto esta historia de amor sino retratar el horror de trabajar en una oficina. Claro que no todas son como la que aparece en esta película. Las hay peores.

21 nov 2010

El valle de los placeres (Beyond the Valley of the Dolls)



Ésta es una de las pocas películas calificadas "de culto" que fue un gran éxito de taquilla. En su momento la crítica "seria" no entendió de que trataba la película, al igual que los estudios que la habían financiado, pero fue convertida en éxito por el público joven y universitario que sí entendió la película, demostrando que, en palabras de Bob Dylan, los tiempos estaban cambiando. El valle de los placeres (Beyond the Valley of the Dolls, 1970) es mi favorita de las películas dirigidas por Russ Meyer, una película que ha dejado su marca no sólo en otras películas como El fantasma del paraíso (Phantom of the Paradise, Brian De Palma, 1974) o The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975) sino también en el mundo de la música, gracias a su fantástica banda sonora. Como muestra, fijaos en este videoclip de las fabulosas The Pipettes que reproduce de manera exacta una secuencia de la película a manera de homenaje, cambiando simplemente The Carrie Nations (el grupo de la película) por las pizpiretas The Pipettes:


El cine de los grandes estudios se encontraba en medio de una crisis hacia finales de los sesenta. Desde que habían perdido el monopolio de la distribución, empezaron a surgir montones de distribuidores y productoras independientes que rodaban películas de bajo presupuesto en un intento de competir con las majors. ¿Y cómo competir cuando no se tienen los recursos de una gran compañía? Pues ofreciendo aquello que los grandes estudios consideraban de mal gusto o de baja clase.

Efectivamente, son los cineastas independientes y de serie B los que empiezan a mostrar en pantalla todos los cambios sociales (culturales, sexuales y demás) que el cine de los grandes estudios ignoraba en un intento de mantener el status quo. De esta forma, el público se empieza a sentir desconectado del cine de las grandes productoras y empieza a convertir en éxito las producciones de compañías más modestas como la AIP, en la que trabajaba Roger Corman. Las cosas cambian en 1969 con el estreno de Easy rider. Buscando mi destino (Easy Rider, Dennis Hopper). El gran éxito de taquilla de este clásico hace que por fin los estudios se den cuenta de que la sociedad está cambiando. Sin embargo no tienen ni idea de como hacer películas que conecten de nuevo con un público desencantado con el estilo de Hollywood. Con la excepción de Sam Peckinpah, el resto de cineastas todavía se encuentra apegado al viejo sistema. Será entonces que se iniciará la edad dorada del cine americano, con la introducción de un montón de directores, provenientes del cine independiente y la serie B, que muestran influencias del cine europeo, gente como Martin Scorsese o Francis Ford Coppola. Los estudios empiezan también a adoptar argumentos y personajes que hasta entonces se consideraban sólo dignos de producciones de bajo presupuesto; me refiero a títulos como Bonnie y Clyde (Bonnie and Clyde, Arthur Penn, 1967) o El Padrino (The Godfather, Francis Ford Coppola, 1972). Películas que unos años antes ningún gran estudio se hubiese dignado a financiar a lo grande.

Todo este proceso culmina en los años setenta cuando Steven Spielberg con Tiburón (Jaws, 1975) y George Lucas con La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977) filman películas de serie B con millones de dólares y recaudando más aún. Esto inició un proceso en el que ahora nos encontramos, según el cuál los grandes estudios empezaron ya sin prejuicios a rodar películas de serie B usando grandes presupuestos, como Alien. El octavo pasajero (Alien, Ridley Scott, 1979).

¿Y todo esto que tiene que ver con Beyond the Valley of the Dolls? Russ Meyer era un director que tenía un estilo único y moderno (hasta cierto punto adelantado a su tiempo) cuyas películas recaudaban millones aunque estaban hechas con muy poco dinero. A pesar de sus problemas con los grupos morales y los juicios por obscenidad, Vixen! había recaudado millones de dólares. No sólo eso, Cherry, Harry & Raquel! superó en taquilla la gran superproducción de la Twentieth Century Fox Patton (Franklin J. Schaffner, 1970). Dándose la casualidad de que Patton contenía material filmado por el propio Russ Meyer.

Russ Meyer estuvo en la Segunda Guerra Mundial en funciones de fotógrafo y documentalista y estuvo siguiendo al general Patton durante gran parte del conflicto. Además, durante ése período el joven Meyer conoció a Ernest Hemingway que lo llevó a visitar diversos burdeles. Toda su experiencia durante la Segunda Guerra Mundial afectó a Meyer de manera decisiva: su manera de retratar la violencia, la presencia de nazis viviendo escondidos en Estados Unidos y la obsesión con los cabezales de cama (aparentemente había uno enorme en la cama del burdel que visitó con Hemingway) así como los planos imposibles a través de colchones transparentes, todo se gesta en este período de su vida.

Pero volviendo al fracaso de Patton y el éxito de Cherry, Harry & Raquel!, Richard D. Zanuck en aquel momento era el jefe de la Fox y fue a ver la película de Meyer que le había pasado la mano por la cara a su carísima producción. Después de verla decide contratar a Meyer para que trabaje para el estudio. Y es así como le encargan a Meyer hacer una continuación de El valle de las muñecas (Valley of the Dolls, Mark Robson, 1967), adaptación de un best-seller de Jacqueline Susan que había sido un gran éxito de taquilla.

Russ Meyer no la había visto, así que va a verla en compañía de Roger Ebert. Ambos empiezan a reírse a carcajadas de la película que les parece realmente mala (lo es). Es así como en lugar de hacer una simple continuación, lo que crean Meyer y Ebert es una despiadada, sangrante y brutal sátira del cine de Hollywood. Deciden burlarse de toda la moralina, de todos los clichés de los dramas hollywodienses creando una bestia parda que no deja títere con cabeza.

Foto promocional que muestra, según el póster que se hizo de la película, chicas que viven en un mundo en el cual son viejas a los veinte, si llegan vivas a los veinte.

La trama gira en torno a un grupo de pop-rock femenino: The Carrie Nations, formado por Kelly (Dolly Read), Casey (Cynthia Myers) y Pet (Marcia McBroom). Acompañadas del novio de Kelly y agente del grupo Harris (David Gurian), deciden ir a probar suerte a Los Ángeles, donde vive la tía rica de Kelly, Susan (Phyllis Davis). Allí conocerán a Ronnie "Z-Man" Barzell (John Lazar), un empresario musical que las convertirá en estrellas y las introducirá en el pecaminoso mundo de los artistas. A partir de aquí empieza el melodrama. Mencionar también entre los actores a Erica Gavin, que había protagonizado para Meyer Vixen!, y Charles Napier, un habitual de Meyer que aquí interpreta un poco habitual papel de galán buena persona.

Meyer y Ebert hacen sangre del melodrama hollywoodiense empezando con los diálogos. Ya que les encargan hacer una película moderna, deciden incluir todas y cada una de las frases de argot que existían en aquel momento creando un hilarante efecto acumulativo: imaginaos a vuestro padre o abuelo borracho intentando hablar "moderno" y os haréis una idea del efecto. Aquí debo insistir mucho en el hecho de que se vea la película en versión original, ya que de otra manera se pierde el efecto. Meyer, además, pidió a los actores que lo interpretaran todo de la forma más seria posible, como si fuera un auténtico drama. Esto extrañó a la mayoría del reparto que, claro, había leído el guión y sabía de que iba. Pero sin duda este fue un golpe de genio por parte de Meyer, que hace que unos diálogos de por sí hilarantes lo sea aún más gracias a la seriedad con que la dicen los actores.

La estructura de la película resulta bastante moderna y ha sido muy imitada desde entonces. Pero en lo que se refiere al lenguaje que utiliza Meyer, tenemos por un lado el montaje de la película que es posiblemente uno de los más perfectos que he visto nunca. Tiene un ritmo y una manera de formar las escenas pocas veces igualado. Por otro lado, Meyer utiliza muchos trucos visuales propios del cine de los años treinta, como ver un plano que marca el recorrido de los protagonistas, y otras herramientas visuales propias del cine de décadas anteriores. Para acabar de redondearlo todo, le da a la película un look que hace que parezca que fue filmada a mediados o principios de los sesenta en lugar de 1970. Algo buscado, ya que sus películas anteriores sí tienen un look más moderno que no delata el año en que fueron filmadas.

Lo que sí no es cosa de broma es la música. La parte musical de la película es realmente soberbia, y es una lástima que las Carrie Nations no existan de verdad. Os recomiendo comprar la banda sonora completa que apareció en CD hace unos años (puede que ya esté agotada) y que contiene las versiones del álbum de la banda sonora que apareció en su momento junto a las originales cantadas por Lynn Carey, así como la música dramática compuesta por Stu Phillips. Aseguraos que es la versión íntegra, porque hay otra que sólo incluye unas cuantas de las canciones de la película en versiones diferentes a como aparecen en ella.

Cinthya Myers, descansando después de un duro día de rodaje

Jacqueline Susan vio lo que Meyer y Ebert habían hecho y no se lo tomó muy bien, por ello al principio de la película aparece un cartel que elimina cualquier relación entre la película de Meyer y la obra de Susan. Pero, como ya he dicho, no fue la única que no supo ver que era la película. Aunque a lo mejor lo supo ver mejor que nadie, y no le gustó que se hiciera burla del tipo de historia de ella se dedicaba a crear. Por mi parte, os recomiendo el visionado de esta maravilla encarecidamente ya que, como decían en la publicidad de la misma, nunca habéis visto una película como esta antes, ya que no ha existido una película como esta antes.

Si me permitís, acabaré de la misma forma que acabé la introducción a un pase de esta película que organicé en la universidad (con gran éxito, me permito añadir), con una selección de lo mejor, para mí, de esta joya del séptimo arte:

Mejor canción: Look Up At The Bottom
Mejores pechos: Cinthya Myers
Mejor frase: "Beberás el negro esperma de mi venganza."

20 nov 2010

Megavixens (Up!)



Como decía el póster español: te odiarás a ti mismo si te pierdes esta película. Megavixens (Up!) es una locura total. La suma de todos los despropósitos que Meyer había ido acumulando película a película. Estrenada en 1976, es el clímax creativo de Meyer, que ya no volvería a superar.

Fue escrita por Reinhold Timme, B. Callum y Jim Ryan, pseudónimos de Roger Ebert, Russ Meyer y Anthony-James Ryan respectivamente. Ebert y Meyer también escribieron El valle de los placeres (Beyond the Valley of the Dolls, 1970), de hecho mi linea de diálogo favorita de ésa película se repite en Up!, siendo ambas mis películas favoritas de Meyer.

Supongo que todo aquel aficionado al cine desde una perspectiva más cinéfila le es familiar el nombre de Roger Ebert. En caso contrario os diré que Ebert es un popular crítico y estudioso de cine al que durante años había tenido en buena consideración al haber colaborado en los guiones de estas maravillas, sin embargo me cuesta relacionar a este Ebert con el mismo que acusó en los ochenta a las películas slasher de basura y que todo aquel que las veía seguramente odiaba a las mujeres. Cosa que me ofendió bastante siendo aficionado al slasher como habréis deducido por los varios posts que le he dedicado al género. También sus opiniones en los últimos años se han ido haciendo cada vez más conservadoras. O adultas. ¿El Ebert que escribió estas películas es incapaz de apreciar los méritos de Wolf Creek (Greg Mclean, 2005)? ¿Condena la violencia de Kick-Ass (Matthew Vaughn, 2010) después de participar en películas donde hay decapitaciones y mutilaciones a ritmo de sierra mecánica? ¿Este Ebert no entendió el feminismo subyacente de La violencia del sexo (I Spit on Your Grave aka Day of the Woman, Meir Zarchi, 1978) después de defender las películas de Meyer? En fin, uno de los muchos motivos por los que actualmente ignoro la llamada crítica especializada y ya no leo críticas en revistas o periódicos para decidir que películas están bien o mal para ir a ver. Prefiero fiarme de mis propios instintos, la crítica contemporánea no sirve para nada.

Volviendo a la película, empieza con un letrero en francés que nos advierte que lo que sigue a continuación no es un cuento de hadas. Por si no lo hemos captado, se nos presenta una increíblemente voluptuosa Kitten Natividad que ejercerá las funciones de coro griego, presentando a los diversos personajes y comentando la acción durante la película. De ahí pasamos al inicio de la trama: después de una sesión de sexo masoquista, Adolph Hitler, que ha sobrevivido y vive bajo el nombre de Adolph Schwartz (Edward Schaaf), se relaja dándose un baño de espuma. Sin embargo, una mano misteriosa lanza una piraña a la bañera de Adolph que lo mata. A partir de aquí toda una serie de estrambóticos personajes empezarán a desfilar, relacionándose entre ellos de manera que todo el misterio culminará en un festival gore propio de un cartoon de la Warner.

Como ya empezara a hacer a partir de Supervixens, las escenas de sexo están filmadas de forma exagerada y paródica, de forma que resultan más carcajeantes que erotizantes. Los diálogos se suceden con una rapidez propia de una comedia de Howard Hawks y la trama resulta lo suficientemente delirante para resultar entretenida de principio a fin. Eso sin mencionar la colección de bellezas que desfila por la pantalla.

Como decía, esta película culmina la etapa más surrealista y desenfrenada de Meyer. Su siguiente y última película, Más allá del valle de las Ultravixens (Beneath the Valley of the Ultra-Vixens, 1979), adopta un tono de comedia más sobrio. Cuando digo más sobrio me refiero a que no hay ninguno de los alardes surrealistas y demenciales de la etapa que se inicia en 1968 con Vixen! y culmina con este título. Hay que destacar también que los paisajes que dominan Up! no son los desérticos parajes que aparecen en la mayoría de sus películas, sino que Meyer la sitúa en un ambiente montañoso y boscoso, donde la exuberante naturaleza contrasta con la exuberancia de las actrices. Algo parecido a lo que hace en Vixen!, con la que tiene otro punto de conexión a pesar de formar parte de la trilogía oficial (a pesar del título puesto por los distribuidores): en un momento dado aparece la cama de Vixen reverenciada como un altar al pecado carnal.

En definitiva, un placer en todos los sentidos.

19 nov 2010

Supervixens



Después de su insatisfactorio paso por un gran estudio, Meyer volvió al terreno independiente y hacer lo que mejor sabía hacer. En 1975 estrena la segunda película en una trilogía (formada por Vixen! (1968), Supervixens (1975) y Más allá del valle de las Ultravixens (Beneath the Valley of the Ultra-vixens, 1979) que gira en torno a mujeres dominantes y hombres débiles.

Supervixens es el prólogo a la locura total de Megavixens (Up!, 1976). Una comedia que se desarrolla como una delirante road movie en la que el protagonista se va encontrando diversos personajes. La trama gira en torno a Clint Ramsey (Charles Pitts), un chico tan bueno que es tonto y que está dotado de un miembro de tremendas proporciones. Clint trabaja en una gasolinera propiedad de ¡Martin Bormann! (Henry Rowland) y sale con SuperAngel (Shari Eubank), una insaciable mujer con un tremendo temperamento. En sus vidas se cruza Harry Sledge (Charles Napier, un habitual de Meyer), un policía corrupto que asesina a SuperAngel cayendo la culpa del crimen sobre Clint, sin él saber que Harry es el asesino. Se inicia así la travesía de Clint por el paisaje desértico habitual en Meyer, donde irá viviendo diversas peripecias que involucran siempre a portentosas damiselas de superlativa anatomía. Su peregrinaje llega a su fin cuando conoce a SuperVixen (Shari Eubank, de nuevo). Sin embargo, Harry se volverá a cruzar en su camino.


Éste título de Meyer es tremendamente divertido y exagerado. La secuencia de la muerte de SuperAngel es probablemente el asesinato más largo, sangriento y divertido jamás filmado. La violencia es retratada por Meyer como salida directamente de los dibujos animados a lo Looney Tunes de la Warner. Eso hace que sea más digerible. Tampoco faltan los toques surrealistas cuando llegamos a la parte final de la película, con el espíritu de SuperAngel apareciendo como comentario a la acción que vemos en pantalla.

Es un título muy querido por los fans de Meyer, pero he de confesar que, aunque me gusta y me río mucho con ella, la naturaleza episódica que ocupa la mitad de la película se me hace un poco larga, ya que va repitiendo el esquema de Clint llegando a un sitio, se lía con una Superhembra y sale corriendo. Creo que habría sido más interesante variando ligeramente el tono de las aventuras. Pero cuando Clint se encuentra con SuperVixen la película vuelve a remontar a lo grande, para mí. Es también un título útil para el neófito como introducción al universo Meyer.

De nuevo, como procuro que el blog continúe abierto y no soy muy amigo de censurar tráilers, os dejo con un videoclip de uno de mis grupos favoritos que al menos tiene una vaga relación con el título de Meyer.