16 mar 2011

Diseccionando los 80: American Psycho



En 1992 o 1993, un amigo me recomendó un libro titulado American Psycho de Bret Easton Ellis. Lo empece  leer y me absorbió completamente. Durante la semana que estuve leyendo las más de 500 páginas del libro de Ellis me sumergí en el demencial y exagerado mundo de los yuppies ochenteros. Un mundo en el cual un asesino psicópata encajaba perfectamente en medio de la superficialidad, hedonismo y brutal egoísmo que caracterizaban ese mundo.

En el momento de su publicación, la novela American Psycho fue tremendamente polémica. Asociaciones feministas organizaron protestas en contra de lo que denominaban basura misógina. Entre los círculos intelectuales el libro era despreciado por su contenido violento.

El contenido violento del libro son aproximadamente unas 50 páginas. La violencia viene a subrayar el tono de comedia negra y la sátira de la sociedad de los 80, de la misoginia y machismo de la cultura yuppie. Hasta cierto punto, la novela es más bien feminista, ya que se burla de la ultramasculinidad, de los machos alfa que dominaban el entorno yuppie. Obviamente las protestas en contra y los comentarios negativos procedían de personas que no habían leído la novela, o no la habían entendido, y se habían fijado sólo en una parte sacándola de contexto y sin interpretar su significado.

Como un caso bastante reciente que imagino tenéis en mente.

La carrera literaria de Ellis se había iniciado con dos novelas ambientadas en el ambiente universitario de mediados de los ochenta, protagonizadas por personajes vacíos emocionalmente, anestesiados a base de drogas, alcohol y sexo, que disfrutaban de una vida llena de comodidades pero sin sentido. Hablo de Less Than Zero (1985) y The Rules of Attraction (1987) (Menys que zero, Les lleis de l'atracció en Columna; en castellano en Anagrama y Mondadori Menos que cero, Las leyes de la atracción en Anagrama). Ellis retrataba la nihilista existencia de sus jóvenes protagonistas con ciertos toques de humor, ridiculizando a sus personajes.

Estas dos primeras novelas parecen ensayos para American Psycho, en la cual la crítica y la sátira corrosiva es llevada al extremo en el largo monólogo interior del psicópata Patrick Bateman, que resulta ser la epítome de los yuppies. Obsesionado con su aspecto físico y en las apariencias, se dedica a masacrar mujeres y enemigos sociales entre hilarantes disertaciones sobre la profundidad del trabajo de blandos artistas pop para todos los públicos como Phil Collins o Whitney Houston.

Ellis utiliza la sátira y el humor negro no sólo para ridiculizar a los yuppies, sino también para criticar los aspectos más negativos de los ochenta en la era Reagan.

Los ochenta fueron una década dominada por el hedonismo, la superficialidad y el egocentrismo. Es resultado de llevar al extremo "la cultura del yo" que surge durante los setenta como resultado de la difusión de las nuevas disciplinas y doctrinas New Age de descubrimiento personal y la revolución sexual, que inicia una época de promiscuidad descuidada que culmina con la aparición de enfermedades venéreas que, junto a la cocaína y el crack, acabaran por matar los ochenta hacia 1987.

El primer caso en Estados Unidos de una muerte por SIDA data de 1981. La aparición del SIDA provocó un miedo que se intentaba combatir a través de la diversión desenfrenada. Así, por muy frívolos que parezcan ahora, los ochenta estuvieron tintados por el miedo a la muerte, de ahí que de los casi 300 clubes de sexo que aparecieron a principios de los ochenta prácticamente todos desaparecieran hacia finales de la década.

Pero también hubo una fuerte reacción hacia la política de Reagan y los valores conservadores que se querían imponer. Es decir, los ochenta también tuvieron su parte de rebelión, una rebelión hedonista pero rebelión al fin y al cabo. Lo único que importaba era llamar la atención. Ser el centro de todas las miradas. Y luego estaba la cultura del dólar, que dominó todos los círculos sociales.

En España esto se tradujo con lo que se llamó "la movida madrileña" o sólo "la movida". Un movimiento en el cual todos competían entre sí por ser el más exagerado, el que más llamase la atención, el que fuera más epatante. El talento pasó a un segundo plano musicalmente, ya que se trataba de llamar la atención e impresionar. Esto surgió como reacción a la oscura y violenta época de la transición y la cultura de los "progres".

De todas estas características de la época dorada de los cardados se burlaba Ellis en su novela. Sin embargo, la gente se fijaba más en los aspectos polémicos, olvidándose de que la novela de hecho los criticaba. O se burlaba de ellos, para ser más exactos. No es casualidad tampoco que Ellis eligiera como vehículo para su sátira un psicópata. Los psicópatas se convirtieron en estrellas durante los ochenta, ya que un psicópata es poco más que un ego con patas, incapaz de sentir empatía o cualquier tipo de emoción, algo que iba muy acorde con la era hedonista por antonomasia.

De todas formas, la polémica que levantó la novela fue la que la  convirtió en un best-seller y que se pusiesen en marcha proyectos para llevarla al cine. Durante largo tiempo David Cronenberg iba a dirigir una adaptación de la obra de Ellis. Ciertamente, Cronenberg parecía el más indicado, ya que sus películas contienen un soterrado humor negro y unos personajes que parecían casar con los del universo de Ellis. El proyecto finalmente se desmontó. Luego fue Mary Harron, en aquel momento conocida por la película I Shot Andy Warhol (1996), la que empezó a poner en marcha una adaptación de la novela.

Harron logró tirar adelante el proyecto. Entonces Leonardo DiCaprio mostró interés en interpretar a Patrick Bateman y Oliver Stone se interesó en dirigirla. Gracias a Dios finalmente no se acabó de concretar y le devolvieron la producción a Mary Harron, que pudo rodar la película con la libertad y las limitaciones que tiene rodar una película de bajo presupuesto, con un entonces desconocido Christian Bale en el papel protagonista. Desconocido para el gran público, porque ya había ofrecido estupendas interpretaciones en películas como Velvet Goldmine (Todd Haynes, 1998).


Harron estrenó la película en el 2000. Habiendo leído la novela un par de veces, una poco antes de ir a verla al cine, me quedé muy satisfecho con la adaptación que finalmente había llegado a terminarse tras muchos impedimentos. Especialmente me gustaron los guiños dedicados a los lectores de la novela, como la escena final en la que vemos una puerta con el letrero ESTO NO ES UNA SALIDA, detalle significativo para todos los que habíamos leído la novela.

Mary Harron y Guinevere Turner captaron a la perfección en su guion la esencia de la novela y la tradujeron en imágenes en una película que se mantenía muy fiel al libro. La sátira social y la ridiculización del macho alfa de la novela fueron trasladados a la pantalla a la perfección.

La película ofrece también una interesante subversión del género terrorífico: mientras que habitualmente en las películas el psicópata asesina y asesina e intenta no ser cogido, en American Psycho se nos ofrece un psicópata que intenta que lo cojan pero no consigue que nadie lo haga. Es este aspecto concentra también el film su ácida sátira, ya que representa una sociedad en la cual un psicópata como Patrick no parece mucho peor que los superficiales y egoístas "amigos" que lo rodean, y de los cuales a primera vista él no parece el peor.

Para representar el egocentrismo exacerbado de los personajes, Harron nos muestra como continuamente se van confundiendo los unos con los otros, ya que todos llevan el mismo peinado y van vestidos igual. Todos están tan absorbidos en su propio mundo que no se escuchan entre sí, lo que le permite a Patrick soltar las bestialidades más absurdas sin que la gente le preste atención. Esta continua confusión de identidades también permite que quede impune de los crímenes que comete.

No era la primera vez que se relacionaba a los yuppies con la psicopatía. En 1990 se estrenaba Ejecutivo ejecutor (A Shock to the System, Jan Egleson), protagonizada por Michael Caine, que interpreta a un apocado ejecutivo que, tras matar accidentalmente a un vagabundo en el metro, empezará a aplicar su descubierta habilidad para el asesinato para librarse de todos aquellos que le hacen la vida imposible. La película también hace gala de un sano humor negro, pero American Psycho es un film claramente superior.

Es superior gracias a la dirección de Harron capaz de encapsular la esencia de la película en momentos como el que aparece al principio, en la cual mientras oímos el monólogo interior de Bateman sacado de la novela, vemos como Patrick se quita una máscara facial de la cara. Sin embargo, la cara de Patrick parece otra máscara.

Bateman está vacío de cualquier emoción, es incapaz de sentir empatía por las personas que le rodean, pero lo peor es cuando se queda solo, ya que cuando no está fingiendo ante los demás que es alguien que no es, no sabe bien como actuar ni que hacer con los pensamientos que bullen en su interior. Como si no pudiese funcionar sin llevar una máscara puesta. Significativo en este aspecto es también la escena en la cual Patrick organiza un trío con dos prostitutas, que graba en vídeo, y se dedica a imitar las posturas que ve en las cintas porno que consume como manera de estudiar cómo practican el sexo los humanos. Y cuando está en pleno acto se dedica a (ad)mirarse en los espejos que tiene en el dormitorio.

Los elementos satíricos están presentes en diversos detalles como las absurdas e intrincadas descripciones gastronómicas o las conversaciones superficiales entre los protagonistas. Aunque la mejor escena que resume este aspecto de la película es el duelo de tarjetas de visita, que llena de nerviosismo e inquietud a Bateman.

La película mezcla y alterna géneros y tono. Pasando de un brutal crimen a un momento de calma en segundos. También los asesinatos varían en tono: mientras que, por ejemplo, el asesinato de Paul Allen (Jared Leto) está filmado con cierto aire socarrón y festivo; el de la prostituta Christie (Cara Seymour) y Elizabeth (la guionista Guinevere Turner), una antigua amiga de Patrick, está cargado de una atmósfera terrorífica.

Pero el terror en la película no consiste simplemente en brutales asesinatos, ya que los toques más logrados en este aspecto son cuando se utiliza la elipsis y la imaginación del espectador entra en juego. La amenaza implícita que representa Patrick.

Cuando se estrenó la película, en el Fotogramas que apareció por la misma fecha, incluyeron en su sección ¿Por qué..? lo siguiente: "¿por qué aquellos que ven la película American Psycho y no han leído la novela creen que todo es un sueño del protagonista?" La explicación se debe a la confusión que puede provocar en algunas personas la secuencia del tiroteo, que tiene ciertos matices alucinatorios y que parodia el cine de acción de los 80, y el running gag de la confusión de identidades, que viene a subrayar el egocentrismo de ese círculo social. Parte de la gracia de la historia, tanto en la novela como en la película, es que lo vemos todo a través del punto de vista de Patrick, que está completamente loco, y todo nos llega filtrado por su enferma mente. Pero el punch line consiste precisamente en que comete los más atroces crímenes pero nadie le cree y no recibe ningún castigo por ello.

La escena final resume una de las capas de significado de la película: una crítica a la era Reagan, pero su acierto en la manera de administrar la ácida crítica hace que los comentarios que hace sobre la misma vayan más allá del retrato de una década en concreto y sean, por desgracia, aplicables en la actualidad.

Para acabar simplemente añadiré que American Psycho es una película que ha ganado con el tiempo. La dirección de Harron, que toma como modelos a Kubrick, Polanski, Buñuel y Hitchcock; y la sutileza a la hora de presentar la historia, más la excelente interpretación del reparto, más la estupenda banda sonora del legendario John Cale y la fantástica fotografía de Andrej Sekula han mantenido la psicopatía de Bateman tan fresca como hace once años.

6 comentarios:

Dr. Gonzo dijo...

Esta entrada me toca la fibra sensible, pues soy fan de dos novelas en especial; Meridino de sangre, de McCarthy, y de American Psycho, que consiguió marearme en ciertos pasajes debido a las explícitas y ultra detalladas escenas gore.

La película me encanta, aunque me parece inferior al libro. Claro que adaptar fielmente las escenas escabrosas que describe Easton Ellis habria condenado a la película a los cines X.

Sobre el final de la novela hubo un detalle (que mencionas, por cierto) que no entendí.
Me refiero a lo de "esto no es una salida", y la conversación que mantienten los amigos de Bateman en las ultimas 2 o 3 paginas. Me pareció que las palabras de esos tipos no tenian ni pies ni cabeza.
¿Era parte de la imaginación de Bateman?

Raúl Calvo dijo...

Creo que fue un acierto de la película concentrar la violencia en un par de momentos concretos, de eso modo resulta más impactante ya que no se crea un efecto de saturación y no distrae de los otros temas que trata.

La conversación a la que haces referencia imagino que es la que mantienen al final y se inicia con un comentario sobre Reagan que en ese momento emite la televisión y el escándalo Iran-Contra. Esta conversación final tiene dos funciones: por un lado muestra a una serie de personajes que no se escuchan entre sí, con lo que cada uno va formando su propio discurso. Por otro, a medida que la comunicación degenera se hace también más explícita la propia confusión mental de Bateman, que se aísla en su propio mundo.

"Esto no es una salida", el cartel con el que se cierra la novela, hace referencia al propio final del libro, que en realidad no es un final, la historia de los personajes continúa pero nosotros ya no somos testigos de ella. Es decir, "esto no es una salida" se puede leer como "esto no es el final". También, como no hay catarsis ni resolución, los personajes no cambian ni aprenden nada, es una manera de significar que el suyo es un estilo de vida condenado: una puerta que no lleva a ninguna parte. El infierno de Patrick es que no se le ofrece una salida: ser detenido. Queda impune, por tanto atrapado en el círculo infernal en el que vive.

Recomiendo toda la obra de Ellis, especialmente Lunar Park, la penúltima novela que ha publicado, protagonizada por el propio Ellis y en la cual aparece Patrick Bateman acosando a su creador. En Glamourama lleva al extremo la sátira presente en American Psycho y convierte a modelos de alta costura en terroristas.

Javier Simpson dijo...

Es una película que cuando la vi en su momento me gustó, pero que no logró transmitirme todo lo que se supone que debe hacer Patrick Bateman. La voy a volver a ver, mejor. Un saludo, Raül y muy buena entrada.
PD: de lo que sí me acuerdo muy bien es de su violencia sofisticada (yuppies) y de que Christian Bale demuestra todo lo buen actor que es. Ciao.

Raúl Calvo dijo...

Javi, mírala de nuevo. Algunas cosas son muy sutiles y es mejor verla de nuevo.

Pablo Vega dijo...

Encontré esta entrada de casualidad buceando por internet, y me llevé una grata sorpresa.
Si bien el libro es superior, y es imposible de igualar por el formato (detalles, la profundidad de los personajes), si es una gran adaptación, no en el sentido de la fidelidad si no como se logra reinventar -a modo de satira- cumpliendo el mismo objetivo inicial de la novela: la crítica a la sociedad a través de un personaje que cae en lo surreal por su desesperación de "encajar".
Como dato, en las tomas del casting de Christian Bale, el equipo y directora no podían parar de reirse por la genial y humorística intepretación. El mismo consideraba que el libro era de cierto modo absurdo (sin restarle méritos), por lo que debía tomarse con humor esto y no hacer algo denso, crudo y críptico. De ahí vino el acuerdo con Mary Harron al compartir esta visión. Pese a que Dicaprio también se declaraba un fanático de la novela, pero imagino se lo habría tomado muy a pecho todo, con un resultado quizás más amargo.
Excelente el blog

Raúl Calvo dijo...

Gracias por tus comentarios, Pablo. Yo no creo que sea un demérito decir que es absurda la novela, porque lo es. El absurdo es usado como un arma más a la hora de criticar el capitalismo salvaje y la misoginia que caracterizaron los estos 80. Como indicas, es una buena adaptación porque la película traslada perfectamente el espíritu de la novela.